:: Eloy Jáuregui ::
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Hace un tiempo y por 6 meses yo fui burócrata. De los duros de corbata. "Gerente de Comunicaciones (a.i.)" decía en mi tarjeta. La oficina era un "organismo regulador" y no daré más señas. El edificio, a las 7 de la mañana, cuando ingresaba, me provocaba terror. Yo marcaba tarjeta y una cámara y guachimanes me observaban cautelosos. Todos éramos carne de sospecha.
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Subía a mi oficina. Sudaba como un chancho. Le mentaba la quinta maña a mi suerte. Ahí estaba mi material de tortura aunque usted no lo crea. Leer los periódicos. Arrancaba por la página editorial y hacía un alto en la sección vedettes. Seguía con Política y pegaba el salto a Deportes. Revisaba Economía y me escabullía en los estrenos. Observaba los "breves" de mi sector y me solazaba con los columnistas. Luego, el infierno: leer El Peruano. Después, mi muerte de ojo: revisar las Normas Legales. ¿Qué nueva ley amanecía? ¿Quiénes eran mis nuevos jefes? ¿Cuáles eran las disposiciones transitorias? ¿Seguiría un tiempo más en el limbo de mi estipendio zodiacal?
El tormento culminaba a las 9 de la mañana cuando presentaba mi informe al gerente general con cientos de copias a otros burócratas. A esa hora aparecían mis 3 secretarias y mi adjunto. Ellas eran un amor, él una serpiente con pinta de ekeko lujurioso. Luego, los teléfonos empezaban su función. A la hora arrancaba la conversa. Ellas sellaban papeles, engrapaban expedientes. Yo cocinaba las notas de prensa y miraba el reloj. Mi cielo era el almuerzo. En la tarde, el hueveo era lo nuestro.
Según mi jerarquía, yo era el perfecto burócrata, es decir, pertenecía al team de los servidores públicos porque me la llevaba fácil y cobraba puntual. La palabreja deriva del francés bureau, escritorio, y de cratie, cracia, es decir, puro poder. Mi escritorio era mi falo. Lo dije, por las tardes escribía poesía erótica mientras mis secretarías tejían y hablaban de telenovelas. [...]
El tormento culminaba a las 9 de la mañana cuando presentaba mi informe al gerente general con cientos de copias a otros burócratas. A esa hora aparecían mis 3 secretarias y mi adjunto. Ellas eran un amor, él una serpiente con pinta de ekeko lujurioso. Luego, los teléfonos empezaban su función. A la hora arrancaba la conversa. Ellas sellaban papeles, engrapaban expedientes. Yo cocinaba las notas de prensa y miraba el reloj. Mi cielo era el almuerzo. En la tarde, el hueveo era lo nuestro.
Según mi jerarquía, yo era el perfecto burócrata, es decir, pertenecía al team de los servidores públicos porque me la llevaba fácil y cobraba puntual. La palabreja deriva del francés bureau, escritorio, y de cratie, cracia, es decir, puro poder. Mi escritorio era mi falo. Lo dije, por las tardes escribía poesía erótica mientras mis secretarías tejían y hablaban de telenovelas. [...]
[Diario La República - 10-Feb-2007]
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