Murió Chávez. Unos han dejado caer sus caretas, otros siguen igual de caraduras.
Los amantes de la vida celebran su muerte.
Los políticamente correctos dan su "sentido pésame" a una familia que no conocen,
a un pueblo que le es ajeno.
La derecha autoritaria, como les gusta tildar a los demás, no es capaz de guardar un minuto de silencio.
La izquierda libre, como les gusta definirse, se despide de su Comandante en Jefe que atropelló cuanto opositor y medio de comunicación tuvo en frente, que usó como arma favorita la violencia e intimidación contra los que osaron pensar diferente.
Los más preparados sacan datos estadísticos de organizaciones internacionales de cómo Venezuela dejó atrás la pobreza extrema (con el dinero del petróleo de empresas expropiadas y nacionalizadas que vendía a EEUU) después que Chávez asaltara el poder.
Organizaciones internacionales que dijeron que en la re-re-elección no hubo trafa, esas organizaciones de flojos que toman los datos estadísticos del país hospedero.
"Hay menos pobres, más igualdad", algo parecido a lo que hizo Fujimori con la basura que regaló a sus connacionales que lo eligieron democráticamente.
Me jode que el cáncer se lo haya llevado.
No celebro.
La muerte le evitó muchas penas y angustias que creo necesario sufriera,
como hizo sufrir a muchos.
Hubiera preferido que muera pagando sus errores,
desenmascarado, como una triste parodia de lo que pretendió ser.
Como Fujimori porque, a pesar de los tecnicismos, se pareció mucho a él.
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